No es posible rastrear los orígenes exactos de la religión romana, puesto que no existen datos arqueológicos y documentos lo suficientemente confiables. Sin embargo, los orígenes míticos de la ciudad en 753 a. C., según Varrón, tienen algunas confirmaciones aproximadas de la arqueología. De acuerdo a las versiones legendarias, no se puede decir que la religión romana sea «primitiva», en tanto que los fundadores, venidos de Alba Longa, reivindicaron con el tiempo su origen ilustre, y se declararon colonos a las orillas del Tíber. No se puede decir tampoco que fuera una religión «inicial», puesto que el lugar de la fundación ya había sido frecuentado, antes de la llegada de los fundadores, y de acuerdo con el mito, por los dioses latinos Marte y Juno, y en las orillas del Tíber se levantaba un altar al héroe griego Heracles. Finalmente, tampoco se puede decir que fuera una religión «compacta», puesto que, si bien es cierto que a Rómulo se le atribuyó la consagración de los lugares sagrados de Júpiter, será sólo Numa Pompilio, su sucesor, quien, según la leyenda, establezca una religión coherente